miércoles, 22 de agosto de 2018

Infancia perdida



Nunca pensé que tener mascota en casa diera tanto trabajo creativo. Este pájaro no hace más que reclamar atención, me sigue a todas partes, incluso cuando me meto en la ducha o voy a hacer aguas mayores. Es tan pesado que me siento cual cámara de televisión con un Mocito Feliz persiguiéndome. Así que para tenerlo entretenido he de sacar lo mejor de mi limitada creatividad.
Como experimento ornitológico probé a ponerle delante de la televisión, pero el bicho era inmune a su efecto hipnótico que si funciona, en cambio, con los niños. Aunque no es del todo así. Resulta que los programas infantiles de los 80 sí surten efecto en él. Curiosamente se queda como en estado catatónico cuando le pongo “La bola de cristal”. ¡Milagro! Lolo Rico creó un producto digno de asignatura universitaria.

Hice pruebas como si esto fuera el Waku-waku y le puse a los Teletubbies. Creo que ningún libro científico puede relatar de manera fidedigna el escándalo de un pingüino alterado. ¿Alguien sabía lo agresivos que son estos pájaros del ártico? Pasé miedo. Me da que Tinky Winky, Dipsy, Lala y Poo pueden darse por muertos como Lupe les vuelva a ver. Quizás sea porque en el fondo parecen pingüinos obesos y de colores.

Después del altercado Teletubbiero, decidí dejarle un rato con Alaska y la Bruja Avería. Reconozco que me quedé viéndolo yo también, y el programa que hace lista a la caja tonta me dio que pensar.
Es indudable la capacidad que tienen los medios de alterar el curso de las cosas. El poder de atracción de la tele es más grande que el del cine y es capaz de protagonizar el recuerdo colectivo de las personas. La gran mayoría al echar la mirada atrás, recordamos enseguida la televisión. Programas, concursos, dibujos animados, series, telenovelas y hasta los anuncios. Somos capaces hasta de recordar qué días de la semana y a qué hora emitían series que nos tenían enganchados horas y horas.

Como en todo, el consumo de televisión “evoluciona” y hoy en día ya nada tiene que ver con lo que fue en su día. Esa pasión que demostraban los profesionales del medio se ha perdido para ser meros trabajadores en una cadena de producción, como sin alma y sin contenido real. Las series han perdido frescura y espontaneidad. Los presentadores parecen que cantan y se han quedado sin personalidad. Los periodistas son meros panfleteros que se limitan a leer las noticias que les redactan desde los altos poderes que manejan el presupuesto del canal en concreto.

La televisión tiene un poder de educación que no debería poseer, pero por desgracia es así. El “todo vale por la audiencia” aumenta temporada a temporada, hasta el insultarte como persona y tratarte como idiota. Lo hacen y te lo dicen a la cara y seguimos enganchados a esos insultos.

Los niños no se escapan a ello. Algunos canales públicos (recalco, pagados por todos) no han dudado en gastar millones de euros en producir contenidos capaces de adoctrinar a la población (no diré ejemplos claros, eso lo dejo para otra ocasión) y no hacemos nada para evitarlo.

En la España de los años 80 y principios de los 90, los ritmos televisivos más sosegados nos hacían disfrutar de Cabeceras para cada serie con canciones o melodías reconocibles por todos. Los niños nos juntábamos y cantábamos aquello del “soy un gnooomoo, y aquí en el bosque soy feliiiz” o cosas como “Dragones y mazmorras, un mundo infernaaal” (curioso, pero son canciones más modernas y mejor producidas que la suma de todas las canciones actuales dentro del panorama musical español, otra crítica que expondré en otra ocasión).

Esa era la infancia que los mass-media nos ofrecieron a los afortunados que nacimos en esos tiempos. Aunque la televisión no tiene toda la culpa,  también está la industria del entretenimiento que se nutre de esos programas infantiles o dibujos animados para expandir sus tentáculos.

Los 10 años de hoy en día son tratados de otra forma. Mientras que a nosotros nos decían que éramos niños y como tales debíamos cantar cosas de niños y soñar en ser astronautas o veterinarios, ahora se les dice que con 10 años ya deberías tener novio/a, deberías perder la virginidad con Justin Bieber o enseñar cacha como Selena Gómez. No pienses, sólo céntrate en ser famoso. Con que cantes bien o tengas atractivo físico ya es suficiente para triunfar en la vida.

Algo me dice que Lupe es sensible a este tipo de influencias. Las pruebas continuaron. Su reacción frente a la serie “iCarly” fue de indiferencia. ¿Alguien la ha visto? Te dicen que el triunfo en la vida se mide en followers de tu canal de YouTube.

Con “Peppa Pig” pasó algo curioso. Vomitó el pescado que se acababa de comer. Enseguida lo quité y pareció recuperarse. Como si fuera un perrito, volvió a tragarse el trozo de pez muerto del suelo.

En cambio volvió a ser receptivo con “Alfred J. Kwak”. Curiosamente, una de las series más inteligentes que recuerdo de mi infancia. Aunque quizás se sintió identificado al ser el protagonista un patito y su padre un topo. Este tipo de relaciones interraciales son más necesarias en la tele.

¿Para cuándo un canal de TV con programación exclusiva de producciones de los 80? Tienen 10 años de emisión asegurada. ¿Puedo patentar la idea?