martes, 5 de marzo de 2019

It's like a dream to me

Suenan los primeros riffs de guitarra y un sonoro golpe da paso al suave canto de un coro gospel. Nada más escuchar esos primeros segundos y ya comienzo a notar una reacción. Mi cabeza me lleva a otro lugar y sobre todo a otro momento, como si subiera en el DeLorean y me lanzara a 1989.

El poder de la música crea imágenes en mi mente mientras la canción prosigue con la voz de la cantante entonando la primera estrofa de una música pop que me acompañó aquel verano.

El pasado 2 de marzo se cumplieron 30 años del estreno mundial del “single”, pero para mí tiene ritmo atemporal.

Siguen los compases de la canción y yo ya estoy en aquel pueblo. En los cálidos y secos días del estío, junto a mis hermanos. Alejados de la cotidianeidad de la ciudad, bajo los pacientes cuidados de mi abuela.

Recuerdo estar grabando la canción en el radio-cassette de doble pletina de mi amigo Xavi, sin sospechar que aquello marcaría ese verano y dejaría en mí una huella permanente.

30 años después y miles de escuchas reiterativas y sigue golpeando en mis recuerdos el estribillo. Puedo oler el aroma que salía de la cocina de mi abuela. Sonrío al pensar en aquellas siestas imposibles con mi tía haciéndonos reír. Sueño con volver a recorrer en bicicleta las calles del pueblo, buscando a mis amigos para jugar. Los momentos en la piscina esperando a que fuera la hora para comer. Llamar a la puerta de mi amigo Juan Narciso para que saliera al jardín a jugar. Celebrar el día del melón con Xavi, Alexis y Marc.

La canción sigue por la segunda estrofa y me llena por dentro. Las noches a la fresca, los días de lluvia viendo las gotas caer en la calle a través del cristal de la puerta.

Cuando de nuevo llega el estribillo acompañado ahora por el coro gospel, la melodía ya ha conseguido revitalizarme. El momento éxtasis me eleva y me da energía. Bailo sin moverme, crezco y siento que puedo soportar el peso del mundo. El recuerdo de aquel verano, de aquel pueblo, de sus gentes, de la familia. No consigo sacarlo de esa melodía. Incrustado y en comunión. Imposible disociarlo.

El puente de la canción no me deja escapar hasta que poco a poco se produce el fade out con el coro dando sus últimos cantos. Y entonces el silencio.

Vuelvo a tomar conciencia de lo que me rodea. El DeLorean me devuelve al momento actual. Durante 5 minutos y 41 segundos estuve en otro tiempo y por más que pasan los años, esa canción tiene poder sobre mí. Me da vitaminas, me insufla vida y me recuerda que sigo sintiendo, que estoy respirando.