Suenan
los primeros riffs de guitarra y un sonoro golpe da paso al suave canto
de un coro gospel. Nada más escuchar esos primeros segundos y ya
comienzo a notar una reacción. Mi cabeza me lleva a otro lugar y sobre
todo a otro momento, como si subiera en el DeLorean y me lanzara a 1989.
El
poder de la música crea imágenes en mi mente mientras la canción
prosigue con la voz de la cantante entonando la primera estrofa de una
música pop que me acompañó aquel verano.
El pasado 2 de marzo se cumplieron 30 años del estreno mundial del “single”, pero para mí tiene ritmo atemporal.
Siguen
los compases de la canción y yo ya estoy en aquel pueblo. En los
cálidos y secos días del estío, junto a mis hermanos. Alejados de la
cotidianeidad de la ciudad, bajo los pacientes cuidados de mi abuela.
Recuerdo
estar grabando la canción en el radio-cassette de doble pletina de mi
amigo Xavi, sin sospechar que aquello marcaría ese verano y dejaría en
mí una huella permanente.
30
años después y miles de escuchas reiterativas y sigue golpeando en mis
recuerdos el estribillo. Puedo oler el aroma que salía de la cocina de
mi abuela. Sonrío al pensar en aquellas siestas imposibles con mi tía
haciéndonos reír. Sueño con volver a recorrer en bicicleta las calles
del pueblo, buscando a mis amigos para jugar. Los momentos en la piscina
esperando a que fuera la hora para comer. Llamar a la puerta de mi
amigo Juan Narciso para que saliera al jardín a jugar. Celebrar el día
del melón con Xavi, Alexis y Marc.
La
canción sigue por la segunda estrofa y me llena por dentro. Las noches a
la fresca, los días de lluvia viendo las gotas caer en la calle a
través del cristal de la puerta.
Cuando
de nuevo llega el estribillo acompañado ahora por el coro gospel, la
melodía ya ha conseguido revitalizarme. El momento éxtasis me eleva y me
da energía. Bailo sin moverme, crezco y siento que puedo soportar el
peso del mundo. El recuerdo de aquel verano, de aquel pueblo, de sus
gentes, de la familia. No consigo sacarlo de esa melodía. Incrustado y
en comunión. Imposible disociarlo.
El
puente de la canción no me deja escapar hasta que poco a poco se
produce el fade out con el coro dando sus últimos cantos. Y entonces el
silencio.
Vuelvo
a tomar conciencia de lo que me rodea. El DeLorean me devuelve al
momento actual. Durante 5 minutos y 41 segundos estuve en otro tiempo y
por más que pasan los años, esa canción tiene poder sobre mí. Me da
vitaminas, me insufla vida y me recuerda que sigo sintiendo, que estoy
respirando.
It's like a dream to me
martes, marzo 05, 2019
mar
/
05
2019
Crack Ivanchu!!que bonitooooooo
ResponderEliminarGrasias Cammen, m'alegro que t'haya gustao 😊
EliminarOleeeee mi primo.....que bien tener esas historias para contar.....
ResponderEliminarTe quiero Ivan por seguir recordando a mi hijo Juan Narciso!!!
ResponderEliminar