domingo, 14 de julio de 2024

Undertow


Recién entrado en la veintena todavía me quedaban años de ser capaz de sentarme a ver la tele durante horas desconectando el cerebro y además gozándolo lo más grande.

Épocas en las que éramos felices y no lo sabíamos.

Me enganché a una serie en la que en un episodio salía una escena acompañada de una gran canción (más abajo la he añadido) que revisito de vez en cuando.

Los guionistas dieron con una genialidad y la protagonista suelta un pequeño discurso que me parece fantástico. Lo escribí en su momento en un documento y cada poco tiempo lo vuelvo a leer o a usar en Instagram/Flickr/Facebook/ande sea.

Antes de seguir quiero dejar claro que normalmente escribo de tal manera que no sea muy evidente que hablo de mí, pero esta vez me dejo de rodeos. Internet ha cambiado tanto que nadie lee el blog ni aunque cuelgue el enlace por doquier. Ni mis contactos pierden el rato leyendo giliatonteces. (Tener amigos pa esto... desde luego). Así que no me da miedo mostrarme ahora mismo de una manera más explícita. Y no me viene mal tampoco para sacar para afuera pensamientos.

Siguiendo con el hilo, la cita empezaba diciendo una frase evidente pero demoledora:

«Intentamos vivir una vida razonable y lógica, pero no podemos imponerle a nuestro corazón lo que debe sentir.»

Ahí está. 

Para los que nos gusta llevar el control de lo que nos rodea, que la parte emocional (llámese "corazón") lleve las riendas no nos va nada bien. Un día estás tranquilo pensando que sabes lo que quieres y lo que te gustaría y al día siguiente algo pasa y eso cambia.

En realidad no es tan evidente. Sucede que la vida razonable no quiere ver que el corazón acaba de hacer acto de presencia y el asalto es silencioso y lento.

Y es que como sigue la cita sacada de la serie:

«A veces nuestro corazón nos lleva a sitios donde nunca pensamos que queríamos ir»

Y eso pasa. Aparece alguien. Y sin darte cuenta esa persona es... es... pues es esa persona. Y no es la que tú pensabas que sería. Tu corazón ha tomado una decisión y comienzas a hacer las cosas con una motivación que antes no estaba. Publicas en redes sociales mucho más a menudo, te esfuerzas en ser elocuente, divertido. En trabajar mejor las fotos. El corazón te está dando motivos y vida. Pero no quieres verlo porque en el fondo sabes que no deja de ser algo irreal y puedes acabar teniendo que pagar un precio. Aparece el miedo.

Por fortuna mi corazón no "siente" a menudo. Pero a cambio, cuando "siente", lo hace profundamente. Y no hay discusión. La parte lógica tiene la partida totalmente perdida. Es como un virus para el que el sistema inmunitario no está preparado. No hay nada que hacer. Ninguna medicación ayuda a pasarlo más rápido. Como mucho se puede aplicar un pequeño analgésico temporal, pero en cuanto se pasa el efecto, ahí sigue como si nada.

He estado buscando el motivo de porqué he sentido. ¿Por qué he caído? ¿No estaba bien sin sentir nada? ¿Qué ha pasado? ¿Tengo carencias que he querido llenar de manera irracional? En otros artículos he hablado de entender bien los mensajes de psicología barata que nos llegan por todos lados. Procuramos entender lo que nos pasa y el motivo de porqué nos pasa. Lo cierto es que tras mucho cavilar he llegado a la conclusión de que no hay nada que entender. Lo que ocurre es sencillamente la naturaleza humana. 

Estamos hechos para sentir. Por eso existe esa parte emocional que llamamos corazón. No sentimos porque necesitemos a alguien, porque nos encontremos solos, porque queramos. Sentimos porque estamos vivos. Tampoco se puede escoger a la persona. En la vida puedes conocer gente más guapa o atractiva, o muy intelectuales e interesantes y que muestren algún interés por ti y sin embargo no te producen mayor sensación que la de sentirte halagado.

Si la respuesta a la cuestión de porqué te enamoras es porque estás vivo, por naturaleza, esa es la misma respuesta para la pregunta de ¿por qué esa persona en concreto y no otra? Pues porque así es la naturaleza. No hay que darle más vueltas. Esa persona tiene algo que te llega que no tienen las otras.

Aquí puedo usar otra cita de otra serie que revisito de tanto en cuanto:

«¿crees que lo tienes todo pensado? La vida tiene grandes ideas.
(...)
Así que adelante, sigue planeando. Pero que sepas que cuando tengas todo bien organizado y estés satisfecho, la vida jugará sus cartas.»

No se puede elegir el momento ni la persona. Llega sin más. Cinco años después de la última vez, cinco meses, cinco días, cuando estabas bien y no necesitabas nada...

El grave defecto de la vida es que no suele ser recíproco. Y ahí es cuando jode. Si vas conociendo a la otra persona y ves cosas que no te gustan nada, es decir, líneas rojas (yo que sé, que sea votante de Vox, que le guste Juego de Tronos o la música de Estopa, que haya asesinado a doce ancianas, que tenga tatuajes... mis líneas rojas son muchas la verdad, podría empezar y no parar) te dan el impulso para volver a tomar el control. Ayudan a aplacar la emoción.

Pero si te va gustando lo que ves de esa persona, si te das cuenta con el tiempo que ha sido él desde el principio... entonces sabes que el tortazo va a ser como un guantazo de Bud Spencer y la recuperación será lenta y larga.

La cita con la que he empezado este artículo acaba de una forma positiva y bonita.

«Pero al menos mi corazón está abierto. Estoy sintiendo. Estoy respirando.»
En otras ocasiones me la he podido aplicar a la perfección. Por alguna razón que todavía no consigo adivinar y razón por la cual sigo pensando en todo esto es porqué esta vez no me consuela.

Para finalizar este artículo donde me abro en canal por primera vez (si alguien lo lee y llega hasta aquí, por favor, permitírmelo) acabo con otra cita que siento mía y quizás expliqué porqué no me pasa con la anterior. La frase de Baby en Dirty Dancing cuando ella se declara a Johnny y se muestra humana y vulnerable:

«(...) especialmente tengo miedo de salir de este cuarto y no volver a sentir en toda mi vida lo que siento estando contigo.»

 

jueves, 18 de abril de 2024

Swimming forever in my head

Se ve que esto de que intenten asesinarte activa un poco las neuronas y he decidido escribir un poco. Como aquella vez en una playa de Tulum y de la que el agresor puede sentirse agradecido ya que hace muchos años que no se lo recuerdo. Lo que demuestra lo maravillosa persona que soy, incapaz de guardar rencor. (Y como él no va a leer esto porque es así de desconsiderado, que lo haya sacado a relucir ahora, no cuenta.) Nota mental: algún día debería republicar el relato de aquel momento.

He pensado en hacer una especie de segunda parte de un post que escribí aquí ya hace 5 años (mecagoenlaputa), pero rompiendo el tono más serio con este pequeño pensamiento. Estando en el supermercado (actividad que hago con sumo desagrado) llevo la música a toda leche para que me sea más leve y por algún motivo me ha apetecido escuchar una de esas canciones ricas en recuerdos y sensaciones y mis recuerdos, como siempre que la escucho, van al primer momento en que la descubrí. 

Era una cálida tarde de septiembre con los últimos compases del verano en el aire. Estaba en casa, con la familia reunida y visitas que venían de fuera de la isla para acompañarnos. La tele encendida en un canal local que reemitía la señal de la MTV. En ese momento, el presentador anuncia una actuación en directo de uno de mis grupos favoritos y raudo y veloz le doy al REC en el vídeo VHS para conservar esa retransmisión.

Comienzan a sonar los compases de una canción que no reconocía. La interpretaban por primera vez. Esas cuerdas de guitarra ya forman parte de unas sensaciones capaces de activar mis endorfinas.

Empiezan a cantar una letra melancólica, como si supieran lo que pasaba a mi alrededor en ese momento. Habla de un recuerdo. Estaban cantando una canción por mí. Se habían metido en mi cabeza y convertían mis emociones en sonidos y melodías, hacían rimar los pensamientos.

El pre-estribillo es una traducción de los sentimientos que tenía a flor de piel y salen por la boca de la cantante como si me los extirparan de una manera indolora. Mis ojos pegados a la pantalla con atención. Hipnotizado por lo que estaba escuchando. Me tenían bajo sus efluvios.

El estribillo estalla y mis pensamientos vuelan de un lado para otro por el influjo de los violines. Ya no soy consciente de que estoy en el salón de casa con muchas personas alrededor.

Siguen cantando las estrofas y esa voz soy yo. Me llevaba volando por el pentagrama acompañando a las corcheas y la clave de sol. No estaba siendo consciente que esos minutos formarían parte del recuerdo, como decía la canción, para siempre.

Llega el puente y me doy cuenta que hasta a la canción más triste le saben dar un tono de positividad y esperanza. Que se puede sonreír con lágrimas en los ojos.

Los segundos se agotan y el estribillo se repite una y otra vez. La cantante insiste en que siempre recordará aquellas canciones que solían escuchar juntos y que nunca va a olvidar a esa persona.

Golpes de batería que indican que la canción se acaba. Se oyen los aplausos del público. Parpadeo como despertando y tomando conciencia de que estoy sentado en el frío suelo del salón. Han sido cinco minutos de magia. Cinco minutos de una canción que me ayudó un poquito a desliar mis ensoñaciones y aceptar que, como decía la letra que acababa de escuchar, esa persona ya no iba a estar nunca más pero que nunca la iba a olvidar.

Esa tarde de septiembre de 1999 entendiendo que él se había ido pero que estaría nadando para siempre en mi cabeza.

jueves, 28 de marzo de 2024

No hay manera de dormir.


Hay veces que los mensajes y frases motivadoras vuelan cuales cuchillos en una sesión de control parlamentaria pero los esquivas como hizo Neo con las balas en Matrix o sencillamente te golpean sin que lo notes hasta que alguno te da en toda la rabadilla y no puedes dejar de pensar en ello. Normalmente pasa cuando ese mensaje lo ves repetidas veces.

Pero hablar es fácil. Soltar una frase directa que resuma una esencia lo puede hacer cualquiera. El meollo del tema es cómo ponerlo en práctica, cómo desenrollar la madeja.

"Hoy no sabía qué ponerme y me puse una sonrisa". Que levante la mano a quien no le nacen ganas de pegar puñetazos al oír/leer estas cosas. Dísela a un niño de Gaza y verás tú dónde acaba la puñ***** frasecilla de los coj****.

Aún y así, cuando una de esas frases te llega por un lado y otro al final caes y piensas si no pasará algo contigo. Te convencen a base de repeticiones.

Y es que me ha llegado desde varios flancos el tema de valorarse a uno mismo, quererse, potenciar el amor propio. Muy bien, mensaje captado y dando vueltas en la lavadora con forma de cerebro. Pero, ¿Cómo coño se hace eso?

 Quiero decir, está muy bien la intención, ¿Sirve mirarse al espejo y decirse "Aupa tú"?

He probado a ponerme las sabias palabras de El Cordobés como despertador (Para más señas, son estas de aquí) y creo que no surten efecto.

¿Y cómo se sabe si te pasas de la rosca y acabas por valorarte demasiado? El que la gente no se ría de tus chistes a lo mejor es porque no son tan buenos y reírse de la nariz del de al lado es de mal gusto. Sobretodo si es el cantante de Ketama o alguien que esnifa coca los sábados por la mañana.

¿Y cual es el objetivo real? Si te valoras lo suficiente, ¿dejarás de sentirte mal si alguien que te importa te dice que hay algo en ti que no le gusta? O si alguien te dice que no está interesado en ti, ¿te resbalará cual mantequilla en una sartén porque ya te tienes a ti mismo?

Esta noche de ojos abiertos, revisando el móvil, miraba las notificaciones de San Google que lo sabe todo de nosotros y amado sea, y me he entretenido revisando los recuerdos que te propone. Hoy, hace 14 años lo estabas pasando de puta madre con tus amigos viajando por Italia. Hoy, hace 5 años, estabas feliz de excursión por la montaña. Hoy, hace 7 años, te estabas comiendo un poll gofre con nata y chocolate.

Me paré en el recuerdo de la última gran celebración de cumpleaños que hice, pre-pandemia. La tuve que hacer en dos tandas, una para la familia y otra para amigos. Mientras que los amigos estuvieron acompañándome todo un caluroso día de febrero, la familia me preparó un álbum cargado de recuerdos y dedicatorias.

En ese momento pensé que quizás no es cuestión de valorarme más a mi mismo. Que no debe ser un ejercicio de narcisismo. Quizás sea cuestión de que lo que hay que valorar y querer es a los que te valoran.

Pero sobretodo lo que necesito es mandar a cagar las frases motivadoras y ponerme a dormir.