domingo, 14 de julio de 2024

Undertow


Recién entrado en la veintena todavía me quedaban años de ser capaz de sentarme a ver la tele durante horas desconectando el cerebro y además gozándolo lo más grande.

Épocas en las que éramos felices y no lo sabíamos.

Me enganché a una serie en la que en un episodio salía una escena acompañada de una gran canción (más abajo la he añadido) que revisito de vez en cuando.

Los guionistas dieron con una genialidad y la protagonista suelta un pequeño discurso que me parece fantástico. Lo escribí en su momento en un documento y cada poco tiempo lo vuelvo a leer o a usar en Instagram/Flickr/Facebook/ande sea.

Antes de seguir quiero dejar claro que normalmente escribo de tal manera que no sea muy evidente que hablo de mí, pero esta vez me dejo de rodeos. Internet ha cambiado tanto que nadie lee el blog ni aunque cuelgue el enlace por doquier. Ni mis contactos pierden el rato leyendo giliatonteces. (Tener amigos pa esto... desde luego). Así que no me da miedo mostrarme ahora mismo de una manera más explícita. Y no me viene mal tampoco para sacar para afuera pensamientos.

Siguiendo con el hilo, la cita empezaba diciendo una frase evidente pero demoledora:

«Intentamos vivir una vida razonable y lógica, pero no podemos imponerle a nuestro corazón lo que debe sentir.»

Ahí está. 

Para los que nos gusta llevar el control de lo que nos rodea, que la parte emocional (llámese "corazón") lleve las riendas no nos va nada bien. Un día estás tranquilo pensando que sabes lo que quieres y lo que te gustaría y al día siguiente algo pasa y eso cambia.

En realidad no es tan evidente. Sucede que la vida razonable no quiere ver que el corazón acaba de hacer acto de presencia y el asalto es silencioso y lento.

Y es que como sigue la cita sacada de la serie:

«A veces nuestro corazón nos lleva a sitios donde nunca pensamos que queríamos ir»

Y eso pasa. Aparece alguien. Y sin darte cuenta esa persona es... es... pues es esa persona. Y no es la que tú pensabas que sería. Tu corazón ha tomado una decisión y comienzas a hacer las cosas con una motivación que antes no estaba. Publicas en redes sociales mucho más a menudo, te esfuerzas en ser elocuente, divertido. En trabajar mejor las fotos. El corazón te está dando motivos y vida. Pero no quieres verlo porque en el fondo sabes que no deja de ser algo irreal y puedes acabar teniendo que pagar un precio. Aparece el miedo.

Por fortuna mi corazón no "siente" a menudo. Pero a cambio, cuando "siente", lo hace profundamente. Y no hay discusión. La parte lógica tiene la partida totalmente perdida. Es como un virus para el que el sistema inmunitario no está preparado. No hay nada que hacer. Ninguna medicación ayuda a pasarlo más rápido. Como mucho se puede aplicar un pequeño analgésico temporal, pero en cuanto se pasa el efecto, ahí sigue como si nada.

He estado buscando el motivo de porqué he sentido. ¿Por qué he caído? ¿No estaba bien sin sentir nada? ¿Qué ha pasado? ¿Tengo carencias que he querido llenar de manera irracional? En otros artículos he hablado de entender bien los mensajes de psicología barata que nos llegan por todos lados. Procuramos entender lo que nos pasa y el motivo de porqué nos pasa. Lo cierto es que tras mucho cavilar he llegado a la conclusión de que no hay nada que entender. Lo que ocurre es sencillamente la naturaleza humana. 

Estamos hechos para sentir. Por eso existe esa parte emocional que llamamos corazón. No sentimos porque necesitemos a alguien, porque nos encontremos solos, porque queramos. Sentimos porque estamos vivos. Tampoco se puede escoger a la persona. En la vida puedes conocer gente más guapa o atractiva, o muy intelectuales e interesantes y que muestren algún interés por ti y sin embargo no te producen mayor sensación que la de sentirte halagado.

Si la respuesta a la cuestión de porqué te enamoras es porque estás vivo, por naturaleza, esa es la misma respuesta para la pregunta de ¿por qué esa persona en concreto y no otra? Pues porque así es la naturaleza. No hay que darle más vueltas. Esa persona tiene algo que te llega que no tienen las otras.

Aquí puedo usar otra cita de otra serie que revisito de tanto en cuanto:

«¿crees que lo tienes todo pensado? La vida tiene grandes ideas.
(...)
Así que adelante, sigue planeando. Pero que sepas que cuando tengas todo bien organizado y estés satisfecho, la vida jugará sus cartas.»

No se puede elegir el momento ni la persona. Llega sin más. Cinco años después de la última vez, cinco meses, cinco días, cuando estabas bien y no necesitabas nada...

El grave defecto de la vida es que no suele ser recíproco. Y ahí es cuando jode. Si vas conociendo a la otra persona y ves cosas que no te gustan nada, es decir, líneas rojas (yo que sé, que sea votante de Vox, que le guste Juego de Tronos o la música de Estopa, que haya asesinado a doce ancianas, que tenga tatuajes... mis líneas rojas son muchas la verdad, podría empezar y no parar) te dan el impulso para volver a tomar el control. Ayudan a aplacar la emoción.

Pero si te va gustando lo que ves de esa persona, si te das cuenta con el tiempo que ha sido él desde el principio... entonces sabes que el tortazo va a ser como un guantazo de Bud Spencer y la recuperación será lenta y larga.

La cita con la que he empezado este artículo acaba de una forma positiva y bonita.

«Pero al menos mi corazón está abierto. Estoy sintiendo. Estoy respirando.»
En otras ocasiones me la he podido aplicar a la perfección. Por alguna razón que todavía no consigo adivinar y razón por la cual sigo pensando en todo esto es porqué esta vez no me consuela.

Para finalizar este artículo donde me abro en canal por primera vez (si alguien lo lee y llega hasta aquí, por favor, permitírmelo) acabo con otra cita que siento mía y quizás expliqué porqué no me pasa con la anterior. La frase de Baby en Dirty Dancing cuando ella se declara a Johnny y se muestra humana y vulnerable:

«(...) especialmente tengo miedo de salir de este cuarto y no volver a sentir en toda mi vida lo que siento estando contigo.»

 

jueves, 18 de abril de 2024

Swimming forever in my head

Se ve que esto de que intenten asesinarte activa un poco las neuronas y he decidido escribir un poco. Como aquella vez en una playa de Tulum y de la que el agresor puede sentirse agradecido ya que hace muchos años que no se lo recuerdo. Lo que demuestra lo maravillosa persona que soy, incapaz de guardar rencor. (Y como él no va a leer esto porque es así de desconsiderado, que lo haya sacado a relucir ahora, no cuenta.) Nota mental: algún día debería republicar el relato de aquel momento.

He pensado en hacer una especie de segunda parte de un post que escribí aquí ya hace 5 años (mecagoenlaputa), pero rompiendo el tono más serio con este pequeño pensamiento. Estando en el supermercado (actividad que hago con sumo desagrado) llevo la música a toda leche para que me sea más leve y por algún motivo me ha apetecido escuchar una de esas canciones ricas en recuerdos y sensaciones y mis recuerdos, como siempre que la escucho, van al primer momento en que la descubrí. 

Era una cálida tarde de septiembre con los últimos compases del verano en el aire. Estaba en casa, con la familia reunida y visitas que venían de fuera de la isla para acompañarnos. La tele encendida en un canal local que reemitía la señal de la MTV. En ese momento, el presentador anuncia una actuación en directo de uno de mis grupos favoritos y raudo y veloz le doy al REC en el vídeo VHS para conservar esa retransmisión.

Comienzan a sonar los compases de una canción que no reconocía. La interpretaban por primera vez. Esas cuerdas de guitarra ya forman parte de unas sensaciones capaces de activar mis endorfinas.

Empiezan a cantar una letra melancólica, como si supieran lo que pasaba a mi alrededor en ese momento. Habla de un recuerdo. Estaban cantando una canción por mí. Se habían metido en mi cabeza y convertían mis emociones en sonidos y melodías, hacían rimar los pensamientos.

El pre-estribillo es una traducción de los sentimientos que tenía a flor de piel y salen por la boca de la cantante como si me los extirparan de una manera indolora. Mis ojos pegados a la pantalla con atención. Hipnotizado por lo que estaba escuchando. Me tenían bajo sus efluvios.

El estribillo estalla y mis pensamientos vuelan de un lado para otro por el influjo de los violines. Ya no soy consciente de que estoy en el salón de casa con muchas personas alrededor.

Siguen cantando las estrofas y esa voz soy yo. Me llevaba volando por el pentagrama acompañando a las corcheas y la clave de sol. No estaba siendo consciente que esos minutos formarían parte del recuerdo, como decía la canción, para siempre.

Llega el puente y me doy cuenta que hasta a la canción más triste le saben dar un tono de positividad y esperanza. Que se puede sonreír con lágrimas en los ojos.

Los segundos se agotan y el estribillo se repite una y otra vez. La cantante insiste en que siempre recordará aquellas canciones que solían escuchar juntos y que nunca va a olvidar a esa persona.

Golpes de batería que indican que la canción se acaba. Se oyen los aplausos del público. Parpadeo como despertando y tomando conciencia de que estoy sentado en el frío suelo del salón. Han sido cinco minutos de magia. Cinco minutos de una canción que me ayudó un poquito a desliar mis ensoñaciones y aceptar que, como decía la letra que acababa de escuchar, esa persona ya no iba a estar nunca más pero que nunca la iba a olvidar.

Esa tarde de septiembre de 1999 entendiendo que él se había ido pero que estaría nadando para siempre en mi cabeza.

jueves, 28 de marzo de 2024

No hay manera de dormir.


Hay veces que los mensajes y frases motivadoras vuelan cuales cuchillos en una sesión de control parlamentaria pero los esquivas como hizo Neo con las balas en Matrix o sencillamente te golpean sin que lo notes hasta que alguno te da en toda la rabadilla y no puedes dejar de pensar en ello. Normalmente pasa cuando ese mensaje lo ves repetidas veces.

Pero hablar es fácil. Soltar una frase directa que resuma una esencia lo puede hacer cualquiera. El meollo del tema es cómo ponerlo en práctica, cómo desenrollar la madeja.

"Hoy no sabía qué ponerme y me puse una sonrisa". Que levante la mano a quien no le nacen ganas de pegar puñetazos al oír/leer estas cosas. Dísela a un niño de Gaza y verás tú dónde acaba la puñ***** frasecilla de los coj****.

Aún y así, cuando una de esas frases te llega por un lado y otro al final caes y piensas si no pasará algo contigo. Te convencen a base de repeticiones.

Y es que me ha llegado desde varios flancos el tema de valorarse a uno mismo, quererse, potenciar el amor propio. Muy bien, mensaje captado y dando vueltas en la lavadora con forma de cerebro. Pero, ¿Cómo coño se hace eso?

 Quiero decir, está muy bien la intención, ¿Sirve mirarse al espejo y decirse "Aupa tú"?

He probado a ponerme las sabias palabras de El Cordobés como despertador (Para más señas, son estas de aquí) y creo que no surten efecto.

¿Y cómo se sabe si te pasas de la rosca y acabas por valorarte demasiado? El que la gente no se ría de tus chistes a lo mejor es porque no son tan buenos y reírse de la nariz del de al lado es de mal gusto. Sobretodo si es el cantante de Ketama o alguien que esnifa coca los sábados por la mañana.

¿Y cual es el objetivo real? Si te valoras lo suficiente, ¿dejarás de sentirte mal si alguien que te importa te dice que hay algo en ti que no le gusta? O si alguien te dice que no está interesado en ti, ¿te resbalará cual mantequilla en una sartén porque ya te tienes a ti mismo?

Esta noche de ojos abiertos, revisando el móvil, miraba las notificaciones de San Google que lo sabe todo de nosotros y amado sea, y me he entretenido revisando los recuerdos que te propone. Hoy, hace 14 años lo estabas pasando de puta madre con tus amigos viajando por Italia. Hoy, hace 5 años, estabas feliz de excursión por la montaña. Hoy, hace 7 años, te estabas comiendo un poll gofre con nata y chocolate.

Me paré en el recuerdo de la última gran celebración de cumpleaños que hice, pre-pandemia. La tuve que hacer en dos tandas, una para la familia y otra para amigos. Mientras que los amigos estuvieron acompañándome todo un caluroso día de febrero, la familia me preparó un álbum cargado de recuerdos y dedicatorias.

En ese momento pensé que quizás no es cuestión de valorarme más a mi mismo. Que no debe ser un ejercicio de narcisismo. Quizás sea cuestión de que lo que hay que valorar y querer es a los que te valoran.

Pero sobretodo lo que necesito es mandar a cagar las frases motivadoras y ponerme a dormir.



miércoles, 1 de marzo de 2023

Un paseo por los nombres del mundo. Parte II

Allá por el 2018 escribí un artí-culo sobre nombres curiosos de lugares del planeta Tierra, decidido a continuar con esa serie. Recopilé unos pocos nombres sacado de mi trabajo cotidiano y esclavo dignificante. Por motivos de la life, ya no estoy en ese puesto de trabajo y la recopilación tan divertida cesó. Pero aún conservo unos pocos que descubrí y voy a intentar mantener el tono en el siguiente texto.



Si recorres la famosa ruta "Big Sur" te cruzarás con un pueblo llamado "Lucía" pero el interesante es Gorda. Bueno, pueblo... pueblo... como denominación no sé yo si es lo que corresponde. Más bien sería "dos casas o más, sumando las del perro, que están a un lado de la carretera alejado de todo menos de la polución y ruido de los coches y motos.". Todos sabemos que esa es una de las definiciones de "paraíso". Un sueño, lugar idílico que hay que visitar una vez en la vida y, si puede ser, antes de morir.
Es tan importante que tiene hasta una entrada en la Wikipedia aquí. No dice nada de la etimología de su nombre, pero es tan evidente, tanto... sólo es cuestión de hilar fino y relacionar, vamos a ver, Gorda --> California --> Junípero Serra --> Petra --> Petri --> Club Super 3 --> TV3 Televisió de Catalunya --> Puigdemont --> CIU --> Corrupción --> Palau de la Música --> Ópera --> Montserrat Caballé. No hay duda alguna. 

 

Batman existe. Así, sin paliativos y es una verdaz como un templo. Cosa que no se puede decir de la honradez de los miembros del Pepé. En la exótica y antaño guerrera Turquía se halla una provincia con su capital de nombre tan popular. Con su propia entrada en Wikipedia donde lo más divertido es leer la noticia de que esta ciudad demandó a Hollywood por el uso del nombre y sobre todo las diferentes ediciones del artículo donde la gente se lo pasa pipa. Aquí un ejemplo: "habían trolleado la página, diciendo que batman era parte de la provincia de gotham, y que el alcalde era christian bale".

 

Volvemos a las Californias. Gran lugar descubrido por Junípero (2ª vez que lo nombro, a la tercera me aparecerá su espíritu y seguro que se enfadará cuando vea que tengo ya una edad...). Al sur de Los Ángeles está el maravilloso pueblo de Temecula. El esfuerzo tan grande que he de gastar para no hacer chistes podría alimentar de electricidad a Tokyo por tres noches y media. Seré serio y decente y diré que según Wikipedia, es un nombre amerindio que significa "Lugar del sol". Cada uno es libre de creer lo que quiera. 

Nota: He tenido que borrar hasta tres párrafos de chistes sobre evangelizadores, culos, miedos y jóvenes amerindios, así que paso al siguiente o no respondo de mis actos.

 

Sin más dilatación (mierda, es que me se escapa) paso a hablar de la siguiente población. La maravillosa Putten. En el escudo de esta población neerlandesa aparece un ciervo con unos pedazos cuernos que se asemejan a los que lleva Shakira por tó lo alto. Estoy convencido de que este nombre apareció durante el reinado de los austrias solo que nadie lo ha investigado todavía y yo no tengo mucho tiempo entre comer bocadillos de nocilla y contar golondrinas.

 

Y es que el mundo es extraordinario y vomitivo a la vez, no nos vamos a engañar. Pero mientras existan lugares con nombres curiosos, ahí estaré yo. Soñando con visitarlos alguna vez y deseando que en alguno me conozcan lo suficiente para que me escupan, me tiren piedras o me quemen en la plaza. Eso sería el éxito.

miércoles, 15 de abril de 2020

Chico conoce chico

«Chico conoce chico».

El inevitable comienzo de una posible película romántica del, por fin, diverso siglo XXI. Y es que aquí me hayo, un mes de confinamiento y ya hago uso de la droga dura en forma de películas románticas. Son tan falsas y no llego a entender porqué no son capaces de reflejar la realidad. A medida que me imagino un guión de cómo sería una historia auténtica de pareja me voy dando cuenta de los motivos. La película acabaría enseguida y no la vería ni el tato.

Dos hombres se conocerían en una red social. Probablemente fuera así también en la vida real. Los heteros creen que lo tienen difícil para encontrar pareja, eso es porque desconocen el mundo LGTB. ¿Dónde conocer a alguien que no sea a través de las app o de los bares?

El guión indicaría que el mejor amigo del personaje principal sería quien incitaría a este a abrirse un perfil. La cámara enfocaría la pantalla del móvil con Grindr o un sucedáneo para no pagar derechos de autor, con una lista de hombres, todos guapos y con fotos de cara, sonriendo, dispuestos a conocer a alguien. En la vida real, las fotos de cara en esas aplicaciones son un oasis en el desierto. Lo normal son paisajes, torsos desnudos o caras cubiertas con gafas de sol. No quiero ser hipócrita, yo mismo he usado fotos de paisajes en algún momento. Cada uno tiene sus motivos, pero la palabra “discreción” como eufemismo de “estoy casado con una mujer y no quiero que nadie se entere que me van los rabos” es lo más común.

El romántico guión prosigue su curso. Las charlas a través del móvil denotan el interés por mantener un contacto y conocerse, pero un miedo latente a hacerlo en persona. Un mes después el protagonista y su partenaire deciden quedar por fin. Una cita cultural quizás, un teatro, un cine. Después una distendida cena seguida de un paseo y cada uno a su casa. De vuelta al mundo real, lo más probable es que con sólo un par de días de charla, si no menos, la cita hubiera sido en un bar y luego en la cama de uno de los dos. Menos romántico, pero nada que objetar. Las películas de amor siempre retratan a personajes sin aparente mácula o de una imperfección muy suave. Sensatos, con buen comportamiento y buena charla, gente con la que nos podamos sentir identificados aunque nadie sea así realmente.

Nuestro protagonista estaría feliz por lo que ve y vive pero tendría miedo que el otro le pudiera herir. Al otro le gusta lo que está viendo, pero prefiere mantener su orgullo y no mostrar su lado inseguro. Esto sería el nudo que toda historia debe tener, una tensión sexual no resuelta. Además, los protagonistas son gente guapa físicamente. De vuelta a la realidad, uno sería un poco feo y el otro tendría o barriga o un culo enorme o las dos cosas. Los que se saben guapos y buenorros miran a los demás por encima del hombro pero necesitan sentirse atractivos para suplir su falta de autoestima. De esos es mejor huir en línea recta. Y luego están los que se quieren demasiado a sí mismos que viven en una realidad paralela sin darse cuenta que son un horror tanto física como interiormente. Y para lelos ya están ellos.

Después de varias citas, todas estupendas, el prota hace esfuerzos por intentar ver al otro sólo como un amigo y así evitar esa hipotética herida que le puedan infringir, y no lanza señales de querer algo más allá. El otro procura seguir su vida porque tiene miedo de no ser correspondido, es orgulloso y al no ver avances en la relación, no se muestra abiertamente interesado con el protagonista. Sería un círculo vicioso donde los dos quieren pero ninguno daría el paso. Este punto realmente ya es pura ficción, no hay comparación en la realidad, ya que llegados a este estadio de la relación se darían tres casos. En el primero de ellos, hay un segundo polvo y entonces ya se consideran novios (al tercer encuentro de cama, uno de los dos se quedaría a vivir en la casa del otro). En el segundo caso, después del primer polvo, se va todo el interés y no se vuelven a llamar. La última posibilidad es que uno de los dos quede colgado pero el otro no, por lo que el final también suele ser que no se vuelven a llamar.

La película ha cruzado ya su ecuador, el personaje principal se debate entre confesar sus sentimientos o seguir protegiendose. El otro conoce a un tercero y decide comenzar una relación con ese aunque su corazón esté todavía ocupado (y su orgullo intacto al haber permanecido impasible). Aquí podría pasar un clásico en estas películas, y es que los amigos del protagonista le animarían a conocer a otras personas para así olvidar y se daría la clásica escena de citas imposibles e histriónicas. En la vida real, si los amigos le presentan a alguien, probablemente ya se conozcan de antes. Y es que, por mucho que les cueste entenderlo a los heteros, el colectivo homosexual (cada letra con lo suyo) ya se conoce bastante bien unos a otros. Somos pocos los que llevamos abiertamente nuestra sexualidad y viviendo en una isla o en ciudades pequeñas, el dicho de “hay más peces en el océano” no es aplicable. Estamos metidos en un acuario de esos redondos con piedrecitas en el fondo donde sólo puedes dar vueltas y vueltas sin parar.

En el film, el protagonista se alegra por el otro e intenta mantener la amistad, a pesar del dolor de verle con alguien más echando por tierra toda posibilidad de una relación. El otro prefiere apartarlo de su vida totalmente para despejar sus sentimientos y centrarse en su nueva relación, aunque sepa que no lo va a olvidar facilmente. Aquí ya divergen los caminos, porque en la vida real si llega a este improbable punto, el que se queda soltero se haría el digno con un “total, yo nunca le quise realmente” y mostraría una indiferencia contradictoria diciendo un “él se lo pierde”. Y si decidieran follar para quitarse el gusanillo se darían cuenta que no son compatibles en la cama y pensarían “¿tanta historia pa esto?”. Pero en una película romántica, todo acabaría bien, al final el protagonista le echaría valor, le buscaría y le diría que le quiere de una manera desgarradora a la par que dulce. El otro reconocería que ha sido un tonto orgulloso y que también le ha querido desde el principio y se besarían.

Ese es el camino fácil. El de no pensar. El de darle al público lo que ha venido a ver. Es cierto que ninguna película romántica (o no romántica) debe tomarse en serio, no deja de ser cine. Hasta en un biopic hay más ficción que realidad. El cine es así. Los guiones de las películas románticas son como la bollería industrial, te gustan, las disfrutas y comerías sin parar, pero tienen tanto azúcar que empalagan y te derriten el cerebro. Ahora tenemos la nueva generación de películas románticas, con tantos ejemplos disponibles en Netflix, tan vacías que dan ganas de meterse los dedos en la boca para vomitar lo que has visto y olvidarlas pronto.

Personalmente soy de finales reales, aunque la película haya sido una fantasía. Como en “La boda de mi mejor amigo”. Acaba como debe acabar una historia. Te devuelve a la realidad antes de los títulos de créditos. Suavemente.

Por eso, el guión que escribo en mi cabeza y que empezó con un “chico conoce chico” acabaría con algo así:

«Chico se siente triste porque se acabó, pero contento por lo que fue».

domingo, 18 de agosto de 2019

Under the Sycamore Trees

Estamos en pleno agosto. Es una de esas noches de calor húmedo clásicas en esta época del año. He terminado de leer un libro, que sin ser una maravilla sirve para despertar mis neuronas y brindarme un momento de actividad cerebral que decido usar para escribir un poco.

Los pensamientos van enlazándose unos con otros, sin seguir ninguna coherencia palpable. Empiezo pensando en que el libro no está a la altura de su autor, cuyo trabajo sigo desde hace muchos años con interés. Es un libro sencillo y sin pretensiones. Trata de una historia de amor entre un chico (hombre, más bien, de 35 años, que ya tenemos una edad) con problemas para socializarse que se enamora de una chica un poco histérica y con férreos principios. Buscaba leer una historia romántica con la que poder sentir un poco de empatía. No ha sido el caso.

De ahí voy cruzando los vagones del tren de mis pensamientos, unidos entre si, pero cada uno es diferente. Hasta que llego a uno en el que decido quedarme y explorar un poco más. Mientras estoy en ese vagón, va sonando está canción:


Admito que el tema que trato puede sonar serio o preocupante, pero no son más que divagaciones sin más. Cierto es que tienen una base, pero nada trascendental.

Y es que ¿Cómo se distingue el momento en que la esperanza debe dejar paso a la realidad?

Se supone que la esperanza es lo último que se debe perder. Pero, ¿cómo se sabe en qué momento ya se debe tirar a la basura como si fuera esa esponja que viene en el fondo de la carne envasada, que está llena de un liquidillo que da asquito?

Existe un punto, una línea casi imperceptible, como cuando quieres un trozo de celo y rebuscas en el rollo con la uña sin encontrar dónde está el extremo. Esa línea es la que nos indica que la esperanza ya no es una opción. Ya no existe. Y cómo encontrarla no nos lo enseña ningún dicho de la sabiduría popular.

Reconozco tener problemas (o directamente incapacidad) para encontrar ese extremo del celo. Poder mantener la esperanza hasta en los peores momentos puede considerarse una habilidad positiva y muy conveniente. Pero en exceso es perjudicial para el cerebro. Más que comerte una caja de seis donuts como si fueran pipas. Y si, con esto estoy diciendo que me pasan las dos cosas... así que mi cerebro está más condenado que ningún barón del PP (cosa que tampoco es muy difícil).

Recuerdo, de niño, estar viendo Eurovisión, Sergio Dalma, Bailar Pegados. Yo esperanzado de que a pocos países de dar su puntuación, nos dieran todos los douze points y así ganar. Mi hermano diciendo que ni así salen los números, que no bastaban. Pero, la esperanza es lo último que se pierde ¿no? ¿Ni aunque sea matemáticamente imposible?

Cuando encuentras el extremo del celo y lo despegas, la esperanza deja de existir y da paso a la fantasía, al sueño. Entonces es cuando puedes seguir caminando, puedes seguir respirando. Quizás pase que a veces prefieres seguir ciego y vivir en esa fantasía disfrazada de esperanza antes de aceptar la realidad.

En fin. Me bajo del tren. Voy a seguir sudando cual perrito caliente de 1 dólar en un carrito en medio de Times Square. Voy a seguir esperando que el viento sople bajo los árboles de sicomoro.





martes, 5 de marzo de 2019

It's like a dream to me

Suenan los primeros riffs de guitarra y un sonoro golpe da paso al suave canto de un coro gospel. Nada más escuchar esos primeros segundos y ya comienzo a notar una reacción. Mi cabeza me lleva a otro lugar y sobre todo a otro momento, como si subiera en el DeLorean y me lanzara a 1989.

El poder de la música crea imágenes en mi mente mientras la canción prosigue con la voz de la cantante entonando la primera estrofa de una música pop que me acompañó aquel verano.

El pasado 2 de marzo se cumplieron 30 años del estreno mundial del “single”, pero para mí tiene ritmo atemporal.

Siguen los compases de la canción y yo ya estoy en aquel pueblo. En los cálidos y secos días del estío, junto a mis hermanos. Alejados de la cotidianeidad de la ciudad, bajo los pacientes cuidados de mi abuela.

Recuerdo estar grabando la canción en el radio-cassette de doble pletina de mi amigo Xavi, sin sospechar que aquello marcaría ese verano y dejaría en mí una huella permanente.

30 años después y miles de escuchas reiterativas y sigue golpeando en mis recuerdos el estribillo. Puedo oler el aroma que salía de la cocina de mi abuela. Sonrío al pensar en aquellas siestas imposibles con mi tía haciéndonos reír. Sueño con volver a recorrer en bicicleta las calles del pueblo, buscando a mis amigos para jugar. Los momentos en la piscina esperando a que fuera la hora para comer. Llamar a la puerta de mi amigo Juan Narciso para que saliera al jardín a jugar. Celebrar el día del melón con Xavi, Alexis y Marc.

La canción sigue por la segunda estrofa y me llena por dentro. Las noches a la fresca, los días de lluvia viendo las gotas caer en la calle a través del cristal de la puerta.

Cuando de nuevo llega el estribillo acompañado ahora por el coro gospel, la melodía ya ha conseguido revitalizarme. El momento éxtasis me eleva y me da energía. Bailo sin moverme, crezco y siento que puedo soportar el peso del mundo. El recuerdo de aquel verano, de aquel pueblo, de sus gentes, de la familia. No consigo sacarlo de esa melodía. Incrustado y en comunión. Imposible disociarlo.

El puente de la canción no me deja escapar hasta que poco a poco se produce el fade out con el coro dando sus últimos cantos. Y entonces el silencio.

Vuelvo a tomar conciencia de lo que me rodea. El DeLorean me devuelve al momento actual. Durante 5 minutos y 41 segundos estuve en otro tiempo y por más que pasan los años, esa canción tiene poder sobre mí. Me da vitaminas, me insufla vida y me recuerda que sigo sintiendo, que estoy respirando.