Recién entrado en la veintena todavía me quedaban años de ser capaz de sentarme a ver la tele durante horas desconectando el cerebro y además gozándolo lo más grande.
Épocas en las que éramos felices y no lo sabíamos.
Me enganché a una serie en la que en un episodio salía una escena acompañada de una gran canción (más abajo la he añadido) que revisito de vez en cuando.
Los guionistas dieron con una genialidad y la protagonista suelta un pequeño discurso que me parece fantástico. Lo escribí en su momento en un documento y cada poco tiempo lo vuelvo a leer o a usar en Instagram/Flickr/Facebook/ande sea.
Antes de seguir quiero dejar claro que normalmente escribo de tal manera que no sea muy evidente que hablo de mí, pero esta vez me dejo de rodeos. Internet ha cambiado tanto que nadie lee el blog ni aunque cuelgue el enlace por doquier. Ni mis contactos pierden el rato leyendo giliatonteces. (Tener amigos pa esto... desde luego). Así que no me da miedo mostrarme ahora mismo de una manera más explícita. Y no me viene mal tampoco para sacar para afuera pensamientos.
Siguiendo con el hilo, la cita empezaba diciendo una frase evidente pero demoledora:
«Intentamos vivir una vida razonable y lógica, pero no podemos imponerle a nuestro corazón lo que debe sentir.»
Ahí está.
Para los que nos gusta llevar el control de lo que nos rodea, que la parte emocional (llámese "corazón") lleve las riendas no nos va nada bien. Un día estás tranquilo pensando que sabes lo que quieres y lo que te gustaría y al día siguiente algo pasa y eso cambia.
En realidad no es tan evidente. Sucede que la vida razonable no quiere ver que el corazón acaba de hacer acto de presencia y el asalto es silencioso y lento.
Y es que como sigue la cita sacada de la serie:
«A veces nuestro corazón nos lleva a sitios donde nunca pensamos que queríamos ir»
Y eso pasa. Aparece alguien. Y sin darte cuenta esa persona es... es... pues es esa persona. Y no es la que tú pensabas que sería. Tu corazón ha tomado una decisión y comienzas a hacer las cosas con una motivación que antes no estaba. Publicas en redes sociales mucho más a menudo, te esfuerzas en ser elocuente, divertido. En trabajar mejor las fotos. El corazón te está dando motivos y vida. Pero no quieres verlo porque en el fondo sabes que no deja de ser algo irreal y puedes acabar teniendo que pagar un precio. Aparece el miedo.
Por fortuna mi corazón no "siente" a menudo. Pero a cambio, cuando "siente", lo hace profundamente. Y no hay discusión. La parte lógica tiene la partida totalmente perdida. Es como un virus para el que el sistema inmunitario no está preparado. No hay nada que hacer. Ninguna medicación ayuda a pasarlo más rápido. Como mucho se puede aplicar un pequeño analgésico temporal, pero en cuanto se pasa el efecto, ahí sigue como si nada.
He estado buscando el motivo de porqué he sentido. ¿Por qué he caído? ¿No estaba bien sin sentir nada? ¿Qué ha pasado? ¿Tengo carencias que he querido llenar de manera irracional? En otros artículos he hablado de entender bien los mensajes de psicología barata que nos llegan por todos lados. Procuramos entender lo que nos pasa y el motivo de porqué nos pasa. Lo cierto es que tras mucho cavilar he llegado a la conclusión de que no hay nada que entender. Lo que ocurre es sencillamente la naturaleza humana.
Estamos hechos para sentir. Por eso existe esa parte emocional que llamamos corazón. No sentimos porque necesitemos a alguien, porque nos encontremos solos, porque queramos. Sentimos porque estamos vivos. Tampoco se puede escoger a la persona. En la vida puedes conocer gente más guapa o atractiva, o muy intelectuales e interesantes y que muestren algún interés por ti y sin embargo no te producen mayor sensación que la de sentirte halagado.
Si la respuesta a la cuestión de porqué te enamoras es porque estás vivo, por naturaleza, esa es la misma respuesta para la pregunta de ¿por qué esa persona en concreto y no otra? Pues porque así es la naturaleza. No hay que darle más vueltas. Esa persona tiene algo que te llega que no tienen las otras.
Aquí puedo usar otra cita de otra serie que revisito de tanto en cuanto:
«¿crees que lo tienes todo pensado? La vida tiene grandes ideas.
(...)
Así que adelante, sigue planeando. Pero que sepas que cuando tengas todo bien organizado y estés satisfecho, la vida jugará sus cartas.»
No se puede elegir el momento ni la persona. Llega sin más. Cinco años después de la última vez, cinco meses, cinco días, cuando estabas bien y no necesitabas nada...
El grave defecto de la vida es que no suele ser recíproco. Y ahí es cuando jode. Si vas conociendo a la otra persona y ves cosas que no te gustan nada, es decir, líneas rojas (yo que sé, que sea votante de Vox, que le guste Juego de Tronos o la música de Estopa, que haya asesinado a doce ancianas, que tenga tatuajes... mis líneas rojas son muchas la verdad, podría empezar y no parar) te dan el impulso para volver a tomar el control. Ayudan a aplacar la emoción.
Pero si te va gustando lo que ves de esa persona, si te das cuenta con el tiempo que ha sido él desde el principio... entonces sabes que el tortazo va a ser como un guantazo de Bud Spencer y la recuperación será lenta y larga.
La cita con la que he empezado este artículo acaba de una forma positiva y bonita.
«Pero al menos mi corazón está abierto. Estoy sintiendo. Estoy respirando.»En otras ocasiones me la he podido aplicar a la perfección. Por alguna razón que todavía no consigo adivinar y razón por la cual sigo pensando en todo esto es porqué esta vez no me consuela.
Para finalizar este artículo donde me abro en canal por primera vez (si alguien lo lee y llega hasta aquí, por favor, permitírmelo) acabo con otra cita que siento mía y quizás expliqué porqué no me pasa con la anterior. La frase de Baby en Dirty Dancing cuando ella se declara a Johnny y se muestra humana y vulnerable:
«(...) especialmente tengo miedo de salir de este cuarto y no volver a sentir en toda mi vida lo que siento estando contigo.»