martes, 17 de julio de 2018

El humor limitado




De buena mañana me han dado el día... he de reconocer que hoy me levanté especialmente de mala sangre y con más veneno que nunca en mi lengua. Resulta que estaba atendiendo a una señora más gorrrrda que María Teresa Campos después de comerse el cuello de Jorge Javier Vázquez (así está la señora, desayunando un menú grande de BigMac (sí, trabajo en un McDonald's (¿es correcto usar paréntesis dentro de otros paréntesis?))) y al querer preguntarle sobre qué salsa quería para las patatas me pidió la de barbacoa sin dejarme acabar la pregunta.

-Vaya, la salsa favorita de Luis Bretón…

Vale, reconozco que mi sentido del humor tan negro no es algo digerible para cualquier paladar, la gente en general es fácilmente ofendible, pero me importa un coño.

La señora montó un drama que ni Chris Crocker defendiendo a Britney Spears. Incluso hizo llamar al encargado ¡será z*rr*! (“zorra”, para los que no entiendan los *). Menos mal que el restaurante estaba vacío a buenas horas de la morning, y aún así hasta los gitanos de la casa de en frente nos llamaron la atención por el escándalo. La mujer amenazó con denunciar a la empresa si no me despedían ipso facto.

Y digo yo, ¿tanta cafeína no es perjudicial para los gordos? Seguro que hace efecto con las grasas, excita el cerebro y vuelve violentos y amargaos a esa gentecilla.

Dónde están los límites del humor, le pregunté a Len nada más llegar a casa. A él no le pareció un chiste gracioso (cierto es que el pobre también es muy sosete, como la mayoría de los heteros).

Amoh a vé, por hacer ese chiste no he matado a nadie, ¿Qué a la señora de mi**rd* (mierda) la he ofendido? Oooh, pues mira, que no vea la tele ni lea periódicos ni escuche la radio ni mire internet ni hable con nadie en el mundo, porque la pobre irá de disgusto en disgusto. El humor está en el mismo plano que la moral.

¿Qué tiene de malo reírse de los muertos, de las desgracias ajenas (si te ríes de las propias ya eres de lo más admirable), de los desastres? ¿Quién decide de qué te debes reír y de qué no? ¿La iglesia?

Mi compañero me puso este tweet de alguien que él dice que le gusta mucho:
Y él pretendía que mis argumentos se refutaran (a ver, que la conversación dio más de sí, no fue un simple “lee esto y confórmate”).

Pero mis argumentos van más allá. De nuevo, ¿quién dice cuales son los límites del humor? Analicemos. Luis Bretón, un señor que lo más probable es que haya asesinado a sus dos hijos y luego los quemara. Vale, es algo malo, en eso no hay ningún tipo de discusión o duda. ¿Por qué bromear sobre ello hace que sea algo censurable? Qué pasa ¿Qué sea un hecho deleznable y criminal impide que hables con humor del tema? ¿Debemos permitir que alguien decida por nosotros lo que es moralmente aceptable y qué no? ¿Franco ha vuelto y no me he enterado?  Vaya, en serio que pensé que eso ya lo hacía la iglesia católica en España con sus incendiarios discursos que incitan al odio.

Está claro que los límites del humor están en la moral y en lo que socialmente esté permitido.  Nuestra sociedad actual es muy hipócrita y por culpa de años y años de la mierda de la iglesia (en general) tenemos infinitos tabúes y vivimos en una represión constante. (Así está la peña, más ida de la cabeza que Bisbal cuando escucha música heavy). Por eso aquí suena terrible hacer humor con los muertos, porque se les guarda un profundo respeto (exacerbado, la verdad) pero en otros tiempos no dudaban en hacerse fotos con los cadáveres, en Colombia los visten y los sacan a pasear (literal) y así un largo etcétera. Seguro que un chiste de un muerto en esas sociedades es gracioso, pero aquí es terrible.

¿Es malo hacer un chiste sobre un niño con síndrome de Down? Parece que sí, que son intocables y de esa enfermedad sólo hay que hablar como si fuera una maldición.

¿Es malo reírse sobre la acondroplasia? Resulta que si, por eso tuvieron que despedir a dos actores del Un, dos, tres porque hacían un papel humorístico en el programa y esos catetos no sabían que el humor tiene límites. Vaya capullos, menos mal que acabaron en la puta calle.

Al final Len hizo lo de siempre, mutis por el fondo. Como si me diera la razón como a los locos. ¡¡Pues me cago en su lupa jodida!! (¿mal chiste? Si, ¿cesurable? Y una puta mierda).
La historia de la señora acabó cuando le regalamos (a costa de mi bolsillo, maldita pariente de Falete) el menú y le regalos dos postres. ¡Dos! Mi encargado me dijo que procurara no hablar más que del tiempo que hace. Me tuve que morder la lengua cuando una chica me dijo: “Ufff, qué calor hace, esto parece un horno”.
En fin.. me quedo con esta reflexión:




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