miércoles, 4 de mayo de 2011

Una conversación sobre el interesante mundo de la idiotez.

En una de mis clásicas tardes de cafetería, tomando un suave Cappuccino, con mi colega Pedro Almorránar, iniciamos una conversación sobre el foso de las Marianas y la posible razón por la que no se producen más inmersiones desde 1960. Como es costumbre, una cosa llevó a la otra y acabamos la velada con una interesante disertación sobre la idiotez humana, llevada a cabo por la ironía hiriente de Pedro.

- Como te habrás dado cuenta ya, a veces la gente demuestra gran capacidad camaleónica al ser capaz de disfrazar su “idiotez”. - Me dijo Pedro. A partir de aquí,  arrancó sus motores a plena potencia y yo me convertí en casi un espectador. - Pero aún así, existen detalles que les delata.

- ¿A quién? - pregunté yo, aún sin situarme en el hilo.

-  Pues a los idiotas. A esa gente que no sabe pensar por sí misma. La verdad es que son tremenda mayoría, pero como te digo, a veces saben ocultarse muy bien, verás... ¿Nunca te has fijado en esos coches con una pegatina en la luna trasera avisando que debes tener precaución porque hay un “bebé a bordo”?

 Pues si… -  respondí aún desorientado.

¡Ahí lo tienes! Ese coche pertenece a un idiota.

Y eso lo sabes porque…

-  Sencillo Len. - prosiguió Pedro con creciente emoción.
 « Vamos a ver, ¿Qué me estás contando? ¿Que hay que tener precaución con tu coche porque has tenido un bebé? ¡Jodó! ¡No sabía yo que la vida de un bebé vale más que la de nadie sólo por el hecho de que se caga en los pantalones! Entonces, a los que no tenemos descendencia se nos debe castigar por ello y está permitido que los coches que circulen detrás nuestra puedan ir  sin tener cuidado ni precaución ni guardar las distancias de seguridad. 
¡Mecagoen! Ahora entiendo a esos que circulan a mas de 120 110 por autopista chupándote el culo, poniéndote en serio peligro. ¡La razón era que no tengo hijos!
Entonces según los idiotas, si tienes hijos, los demás deben circular correctamente para proteger tu coche y a tu bebé. Pero si no tienes,  no hace falta que cumplas las normas circulatorias, porque no vales un duro.»
Mi cara… todo un poema.


 Pues la verdad es que nunca me lo había planteado así. Ahora mismo me has dejado estupefacto y no se me ocurren argumentos para rebatirte… alguno habrá, pero de momento tendré que decir que tienes razón. - Contesté interesado en cómo continuaría la charla.

« La cosa sigue, por ejemplo ¿qué piensas cuando una persona lleva una pulsera Power Balance o similares? (¿Alguien recuerda las pulseras Rayma?). 
Creer que una pegatina con efecto holográfico te cura, protege, equilibra, te da inmortalidad, etc… es de idiotas supinos. Así son las cosas. Lo siento para quien lleve una, pero cuando antes se lo digan, antes se dará cuenta de su idiotez y podrá mejorarse a si mismo. 
También están esos que te dicen:  “Es que me la han regalado.”
Estos, además de idiotas, pretenden ocultarlo y engañarse a sí mismos. Es decir, te han regalado un timo que además ni es especialmente  bonito ni pega con la ropa de temporada que lleves puesta, y me haces creer que lo llevas por compromiso. La palabra para definirlos es “idiotas”.»
-  Mmm, ¿no estás siendo un poco duro? - le espeté yo - Hay gente que ni se planteará la razón de porqué las lleva puestas, simplemente les gusta.


-  Pues si tienen amor propio, deberían guardarla en un cajón. Así evitarían que les llamaran idiotas.

Mis ojos permanecían abiertos, interesado como estaba en escuchar su siguiente argumentación.

« Otros idiotas que no saben pensar son los que se creen todos los correos hoax que pululan en la red. Ya sabes, esos  correos que te advierten que Hotmail va a cerrar si no reenvías ese correo en concreto, esos que dicen que un niño enfermo de cáncer de uñas recibirá 1€ por cada correo enviado, esos que dicen que si no haces el pino y la doble mortal hacia atrás mientras le das a reenviar a 1000 contactos en dos minutos algo terrible te sucederá a ti y a tus gatitos, esos que dicen que la guardia civil advierte de una banda de albano-kosovares se dedica a pedir limosna y cuando les dejas una moneda aparece el grupo de asalto y te desnudan, te atan y  te violan hasta que te sacan todas las monedas que lleves en el bolsillo… 
Ahora hay una nueva versión en las redes sociales, que te piden que veas un video con el que vas a alucinar o que leas el chiste que hizo morirse de la risa a Alfred Hitchcock. O que puedes saber quién visita tu perfil clicando en un enlace determinado. 
¿Nadie se para a pensar primero si todo esto puede ser verdad antes que molestar a tus semejantes reenviando semejantes idioteces? Simplemente ves eso en tu bandeja de entrada, y antes de analizarlo y usar el cerebro te escandalizas y reenvías todo obsesivamente pidiendo un deseo y esperando que por favor no se te caigan las pestañas.»
Se hizo un corto silencio. Mi cappuccino estaba al límite de su consumición. Reservaba un último sorbito para cuando se acabara tan interesante teorema sobre las señales de idiotez. Nunca un tema que parecía tan banal en  principio, me había parecido interesante.

Pedro prosiguió cogiendo aire.

« Este es para las chicas en concreto. Situación: saludas o te saluda una chica que conoces. Es pleno invierno y un frío del carajo (o es verano, eso es indiferente), y ella lleva un escote que se le ve hasta el juanete. Sin querer (o queriendo) tu vista baja al mismo y no puedes evitar mirarlo al menos una vez, y esto pasa tanto si te gustan las tetas como si no, tanto si eres hetero como homo, tanto si prefieres un busto pequeño o uno grande, tanto si eres hombre o mujer, tanto si eres bienintencionado o no. 
A tus espaldas, lo más probable, es que esa chica te critique por mirarle las tetas…
¿Cuántas han actuado así? ¡¿Cuantísimas?! Vamos a ver, si llevan escote es porque quieren  que se las miren bien miradas. Peeero, como son idiotas, realmente lo que quieren, es que un tío bueno / tía buena en concreto se las mire, pero que los demás no se atrevan a hacerlo porque no va por ellos. Lo mejor sería que se preocuparan por cultivar su cerebro en lugar de sus ubres. Sería más beneficioso para todos.»
Llegados a este punto, deseché la posibilidad de debatir con él poniendo sobre la mesa mis puntos de vista. En mi opinión, no era necesario llegar a los límites, está claro que hay gente para todo y no todos corresponden a estos perfiles que me marcaba mi amigo Pedro. Pero también es verdad que en líneas generales, razón no le faltaba. Aunque hay otros modos de expresarlo… la lengua de Pedro siempre se caracterizó por ser afilada a la par que sincera.

« También está los que te dicen que la Homeopatía es efectiva porque “a mí me ha funcionado”. Ufff… estos poco remedio tienen. Tú vas a un curandero, le dices que tienes un dolor de cabeza que los médicos no han sabido diagnosticar. El curandero te dice: “Mira, te voy a recetar una pastilla, te la tomas cada 3 horas hasta que se te cure.” Corriendo vas a una tienda a comprarla y sigues el tratamiento durante X semanas o meses y… ¡voilà! ¡Curado! 
Analicemos. Te han dicho que te tomes una pastilla que no tienes ni puñetera idea de qué es, de qué se compone, cuáles son sus principios activos, si está homologada, si tiene un estudio científico probado detrás… Te la has tomado y seguido tomando hasta que la dolencia desaparece… y ¡uala! ¡Ya eres firme defensor de pseudociencias y supercherías! Más bien dicho: ¡Uala! ¡Ya eres idiota!.
No existe diferencia alguna entre tomar esa pastilla que te han dado sin cuestionarte nada, a tomar una que te digan que cura el cáncer, el SIDA, te hace crecer pelo, te pone los ojos azules y te vuelves Superman.»
- Pero la gente no piensa, prefiere la inopia. Es más barata y lo explica todo: “hay cosas que la ciencia no sabe explicar, pero que existen”. Y toooma… ¿Para qué Einstein? ¿Para qué Pasteur? ¿Para qué Planck? Según los idiotas, esta gente perdía el tiempo.
Pedro agarró su copa de hierbas secas y se la acabó de beber de un trago. Dejó la copa de un golpe en la mesa y entrecruzó los dedos apoyando los brazos en su pecho.

Yo hice lo propio con mi Cappuccino, que ya estaba frío, pero necesitaba de su último sorbo para recomponerme.

Permanecimos callados medio minuto. Hasta que Pedro rompió el silencio.


- ¿Pedimos la cuenta?

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