domingo, 1 de diciembre de 2013

Titicaqueando. Historia de una huida nocturna y llegada a Cusco (que no Cuzco).


Comienzo el día para navegar en el lago Titicaca con un nuevo grupo de turistas que me acompañarán en el paseo como por ejemplo un amplio grupo de japonesas de la edad de María Teresa Campos que me confundieron con el chófer de la camioneta.

Puno es una pequeña localidad situada en el borde del lago a más altura of the world (y con el nombre más cachondo). Sigue la estela de un suburbio de Lima y carece de encanto arquitectónico, pero sigue teniendo ese olor peruano que lo hace diferente. En un ligero paseo la noche anterior, en una de las plazas, un cómico local hacía un show de monólogo delante de la gente parodiando a los turistas que vamos a visitarles. La gente parecía disfrutar.

Siguiendo con el tema. Me sentí afortunado cuando vi que no se cumplió la amenaza y el famoso peru-ano no apareció, a pesar que cambió una excursión para coincidir conmigo hoy. Creo que la Pachamama ha sido indulgente conmigo y me ha salvado. El barquito se introduce en el lago, donde nos explican que las aguas más cercanas al puerto están más contaminadas que el estómago de Jorge Javier Vázquez después de un Orgullo. La velocidad a la que se desplaza el barco es tan potente que pensé que moriríamos allí antes de llegar a ninguna parte. Mi teoría es que unos niños empujaban la barca.
La bandera de la región es un arcoiris de 7 colores. Creo que algo nos quieren decir en este barco.

Nos llevan a las islas flotantes de Uros, un interesantísimo lugar consistente en, como su nombre indica, una serie de islas artificiales creadas con una suerte de bambú que crece en el lago llamado Totora y que están paradas en el tiempo desde los años de pubertad de la Duquesa del Alba. Se han ido modernizando lentamente y hoy en día ya tienen gas butano y algunos energía solar. Las gentes hablan el dialecto Aimara y el español que les enseñan en el colegio. En cada isla vive una familia completa (hermanos, etc). Se dedican a la pesca y la artesanía para vender a los turistas, que son su único sustento. Nos hacen una demostración de su vida y costumbres. Los niños nos enseñan sus cabañitas donde duerme la familia al completo. Luego nos cantan una canciones típicas en Aimara (aún me acuerdo cómo se saluda: Sarakasi, pero me he olvidado cómo se responde...). Nos ofrecen un paseo en una de sus barcas hechas con la Totora y con botellas de plástico de cocacola, agua, etc... (hay que modernizarse tarde o temprano y a eso le llamo yo reciclaje).

Durante el mismo, comparto viaje con dos canandienses, dos alemanes y un argentino. El actual jefe de la tribu de la isla de Uros es el que maneja la barca ¡y descalzo! Ya descubrí quien maneja mi barca, quién, ka la deriva me lleva, quién.



El chico se llama Abraham y parece ser que le caí en gracia. No dejaba de preguntar por mi vida en las españas y me contaba (sin yo preguntarle) la suya en la isla. Que tenía 30 años, que el turismo había bajado mucho, que la pesca también, el cambio climático. Me preguntaba si tenía familia a lo que le respondí que por supuesto (hermanos, primos, et...). Cuando me dejaba un rato, le traducía al resto de acompañantes. Sobretodo las canadienses que parecían más interesadas.

Abraham se despidió de mi con un fuerte apretón de manos (cosa que no hizo con el resto de pasajeros) y continué tratando con las canadienses. Una de ellas fan de Españñña. Después de la isla de Uros, nos internamos mucho más en el lago, a la isla de Taquile, cuyo dialecto es el Quechua. Tiene hasta una plaza en la parte superior. Comemos en una pequeña casa hecha de adobe, en la terraza con las vistas al lago y a Bolivia (¡está a un paso!) Durante la comida hablamos de España, del camino de Santiago y del camino Inca con las canadienses, una pareja de estadounidenses y el chico argentino que decía que pronunciar la Z era mal y debíamos cambiarlo (ains... argentinos... no se ganan su fama de pedantes por nada). El menú incluida Trucha del lago y una sopa hecha con Quinoa, un cereal típico del Perú. Después de comer, hacemos un paseo por la isla hasta llegar a un embarcadero que podría ser perfectamente una cala de la parte de la tramontana mallorquina.


Oiiii qué linda ovejita con collar.
La vuelta en barca se las prometía tranquila y el resto de tarde también. Lo tenía libre para descansar y pasear. A lo lejos, a un lado del lago, unos rayos amenazaban lluvia y una llamada al móvil, movidas. Como conté anteriormente, Puno está en huelga (y con razón, por lo que me contó Abraham). Mucho debemos aprender de ellos, las huelgas son de verdad aquí. Así que mi agencia, y por seguridad, prefiere sacarnos de la ciudad esta noche para evitar males mayores al día siguiente. Corriendo llego al hotel sin poder despedirme del grupo de la ONU de esta excursión. Me llevan a la estación de autobuses. Me pierdo la excursión del día siguiente, pero le veo el lado positivo, ya que acusaba cansancio y creo que me vendrá muy bien descansar tranquilamente. El autobús es cómodo y tiene Wi-fi (pronunciado guaifai, que los únicos catetos que dicen güifi semos los españoles) pero no tiene acceso a internet. Cosa sumamente útil (nótese el tomo irónico).

Es la primera vez que veo españoles en todo el viaje. Detrás mio se sientan dos señoras castellanas. De esas mayores de 60 y pico años (o 50 mal llevados) que comentan todo lo que hacen. “Voy a sentarme aquí, así porque son muchas horas de viaje. Una vez viajé de Logroño hasta Alicante en autobús y tardó ¡7 horas!. Mira, me pongo esto por encima porque tengo un poco de frío ¿sabes?. Si dejas esto en la bolsa te irá mejor, mira, así, como lo tengo yo. Le doblo un poco y queda muy bien. Yo por las noches tengo un poco de frío, y me tapo así,..)

Para mi suerte durmieron prácticamente todo el viaje y hasta roncaron. Más suerte tuve que no las volví a ver. Llegamos a la ciudad de Chabelita, Cusco, bien entrada la madrugada y me acompañan al hotel. Pienso dormir hasta que me duelan los párpados. Y es que... ¡Los Ándes me esperan!

Dice la leyenda que si lees 3 veces esto en voz alta una noche de tormenta delante de un espejo, mueres atragantad con tu propia lengua.

2 comentarios :

  1. Que fuerrrrrte, el peru-ano se ha olvidado de ti... Que lastima más vordaaa!!! Y eso de que tienes pinta de chófer... Jejejeje, que grandes las japonesas (que no altas)
    Querido Ben: tienes que dejar de expulsar hormonas y feromonas que tienes a todo el país revolucionadooooo!!!!

    ResponderEliminar
  2. Primero de todo, el peruano ya ha encontrado a otro. Segundo, Abraham se hace amigo de todos los "chóferes" que encuentra, por tanto no es culpa de tus feromonas, es gracias a tu sex-appeal.
    Yo creo que las canadienses son la mejor opción, enséñales lo que es España de verdad.

    ResponderEliminar