martes, 11 de enero de 2011

Crónicas de un viaje berlineado.


Willkommen auf Berlin... aterricé en tierras germanas, aún inhóspitas para mi. El aeropuerto no tiene mucha pérdida. Es un hexágono y sólo tienes que cruzar los dedos para que la puerta de salida de tu vuelo esté cerca de la parada del autobús... La suerte no está de mi lado, ejem.
Después del bus, tocaba coger metro hasta la parada del hotel. Bien es sabido que el idioma alemán, a los castellanos, nos suena feo, brutote y que no entendemos ni media palabra. Pues el idioma es un poco reflejo de todo lo alemán... No tuve los santos cataplinen de localizar la línea de ¿tren? ¿metro? que necesitaba. Así que tocó pedir información (no sin antes haber recorrido una moderna y grandíiiisima estación de cabo a rabo). Siguiente cosa curiosa de los alemanuzos (no te ofendas Manu...), tienen a Mallorca como su Meca personal, es decir, todo alemán tiene la “obligación” de viajar a la isla aunque sea una vez en su vida, pero eso si, spanishen?? Tu puten madren. Aquí o inglés o francés... bien listos que son... ¿para qué aprender un idioma de un país que se va a pique?.
Menos mal que uno tiene estudios y el inglés se la da estupendamente:
  • Hallo, you speak spanish? ¿No? Vaya... bueno, Je veux prendre le metro pour go to my hotel, where I must to..?
Ains... aiiiins... mi cerebro no computa.. ¿¿qué he dicho?? Uff... ya estoy de nuevo mezclando inglés y francés... ¡¡no me sale hablar el english!! cada vez que quiero decir algo, me sale el francés. Todo esto es culpa de Zapatero.
De todos modos, consigo hacerme entender y comprender lo que me explican. Las líneas S son de tren y las U de metro... (es de cajón)... así que poco a poco le estoy pillando el truco al transporte público... pero muy poco a poco, porque en la entrada no hay puertas de control ni nada... tu te metes al tren y ale, a viajar por la cara... ¿para eso me he gastado el dinero del ticket? ¿aaande se valida? ¡No veo máquinas en ningún lado! Ya aparecerán...
Dentro del metro me doy cuenta de lo musical que es todo. Hay una línea que te lleva a Spandau... (Ballet) y otra línea que es la U2. Busqué desesperadamente la estación Madonna o Roxette, pero fue en vano. Malditos alemanuschen... no tienen consideración alguna con mis gustos musicales.
Esperando el convoy veo todo tipo de gente pasear, pero es todo tan común... bolsas del Lidl, del H&M... es lo que tiene la globalización. Lo que espero que no se globalice es la moda de las chicas de aquí que consiste en llevar los calcetines por encima del pantalón. Ains, cómo me dolieron los ojos, sólo comparable a la moda de ir con los pantalones cagados y enseñando ropa interior. Por suerte parece ser que eso es algo que aquí tienen superado.
Al fin llego al hotel (saliendo del metro me doy cuenta que hay una pequeña máquina que sirve para validar el ticket... ¡qué confiados estos!, no hay ni puertas ni barreras, por lo que viajé gratis esta vez.
La búsqueda del hotel también fue complicada, ya que el sistema de numeración germano es... también.. raro. Mirar aquí.
Menos mal que algo de esto recordaba, que si no, me pego un tiro definitivamente. Las calles están nevadas, pero la nieve ya es hielo y ¡resbala mucho! De tanta sal que hay, al caminar haces mucho ruido contrastado con el silencio de los barrios residenciales de aquí. Todo es muy tranquilo y muy oscuro.
Por la noche decido quedarme a descansar, ya que ya llevaba una ligera pateada cargado como la mula Francis.
Al día siguiente decido comenzar mi aventura turística por la ciudad. El nivel de borrachuzos es considerable. Ya son un par los grupos de jóvenes que veo a una hora decente transportando cajas de litronas (cajas, si... de esas que llevan los repartidores a los bares...) y en una estación del metro, había una reunión de borrachos peleándose. ¡Viva la bier! (Ver la foto adjunta... ahí están los efectos de esos brebajes en los alemanes).
Otra gran curiosidad... los semáforen. En cada ciudad que visito, procuro sacarles fotos, porque todos son muy curiosos. Al final, los semáforos españoles son los más austeros. En este caso, son señores con sombrero borsalino. Si, con sobrero. Cuando está en rojo, hace una postura de crucificado. Pero esta no es la única cosa reseñable de los puñeteros simpáticos semáforos. Algo raro les pasaba, porque cuando uno esperaba paciente y cívicamente al verde (ese “uno” es un servidor) comienzas a cruzar mirando a la otra acera, y en mitad del cruce, miras al semáforo como acción involuntaria y de golpe... ¡Oh! ¡Está en rojo! ¡aarj1 Pero si no lo he visto parpadear... y no me ha dado tiempo a cruzar, pues si que voy despistado.
Pero ¡nooo! ¡Es otra costumbre rara alemana! Los semáforos, de peatones al menos, ¡no parpadean! Cambian del verde al rojo instantáneamente. Y duran en verde lo que le dura a Belén Estéban una raya de coca.
No voy a salir vivo de esta ciudad...
Mi ruta turística es un tanto descontrolada, ya que hoy lunes están todos los museos cerrados. Así que procuro visitar lo que sólo se puede ver por fuera. Pero mientras que en algunas zonas, los monumentos de interés están alejados unos de otros, a medida que te acercas al Mitte, está todo muy junto y la vista se te va a todos lados.
A la hora de comer, comienzo a buscar algún sitio al que reposar mi dolorida espalda de cargar con la bolsa y la cámara de fotos. Y de golpe veo una bandera española en un bar de tapas. ¡Y tienen menú! ¡Qué baturro es todo! El sitio se llama yosoy y decido penetrar y comer en ese sitio.

Mi día de visitas acaba en la exposición “Topografía del terror”. Los pelos como escarpias se me pusieron de ver un buen trozo de muro intacto. La exposición no me pareció tan interesante. Igualmente escalofriante el Checkpoint Charlie tal y como era. Hasta sigue el cartel de “Está usted saliendo del sector estadounidense”.
Y para finalizar mi periplo de hoy, no podía falta la búsqueda de la cena. Hay una curiosidad sobre esto. En un capítulo del libro de “La historia interminable” (del escritor alemán Michael Ende), Atreyu debe traspasar una puerta que sólo se abre si la persona no quiere abrirla. Eso mismo ocurre cuando buscas un Burguer King o un McDonald's para comer algo. Mientras no lo busques, aparecerán constantemente en tu camino. Pero como quieras alguno, desaparecen inexplicablemente. Algo digno de investigar que debería ser tratado en universidades e incluso en la NASA.


Al final, después de 1 hora de caminata y búsqueda infructuosa (prometo que busqué en internet la dirección de uno... y ni así apareció, se había volatilizado) apareció como si de un milagro se tratara un KFC. El restaurante más injusto para los solitarios. Mientras que un Menú para 2 incluye unas 6 o 8 piezas mínimo de pollo, el menú para 1 persona se compone de 2 míseros muslos.
De momento, se acabó el día... cenita en la habitación del hotel... y a la cama, que mañana hay más... Miedo me da lo que me pueda deparar el día!

1 comentario :

  1. Ainns que recuerdos..........estoy reviviendo el viaje contigo!aunque bueno nosotros tuvimos bastante mas suerte....eso si en los semáforos corriamos como locos también,je,je,je

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